miércoles, 8 de junio de 2011

Manifiesto de un indignado al nuevo alcalde de Vitoria-Gasteiz y al resto de concejales


Escribo estas líneas sin conocer quién será el nuevo alcalde de mi ciudad; presumiblemente será el señor Maroto que, en buena lid (aunque en un penoso sistema partitocrático), ha ganado las elecciones. En todo caso soy un ciudadano indignado y quiero dirigirme a mi alcalde, y al resto de concejales, para manifestarle el motivo de mi indignación y lo que me lleva a manifestarme este sábado frente al Ayuntamiento.

Esta semana mi grado de indignación ha llegado a su punto más álgido, ha habido una “gota que ha colmado el vaso”: el que presuntamente va a ser nuevo alcalde se compromete a avalar con recursos públicos un crédito al Alavés. Y además lo enmascara diciendo que no se van a entregar recursos, sólo avalar… Qué gran mentira: el aval es sólo una parte más de toda la operación, en la que se han comprometido para ejercicios sucesivos cuantiosísimas subvenciones a cuenta del presupuesto, es decir, a cuenta de nuestros impuestos, es decir, a cuenta de nuestro trabajo. A lo que hay que sumar “cambalaches” con una caja pública para que conceda un préstamo de alto riesgo (que ninguna otra entidad ve viable) en condiciones ventajosas, cancelación de enormes deudas tributarias, compra de activos a precios sobrevalorados, etc. En este “juego macabro” están implicadas diversas Instituciones y partidos y es un compendio, nimio pero ejemplarizante, de cómo durante estos años los partidos políticos han manejado las instituciones, las cajas de ahorro y los presupuestos públicos como un cortijo particular, llevando al Estado al borde de la ruina. Cuando finalmente se produzca la quiebra y los acreedores extranjeros nos auditen y vean en qué hemos empleado los recursos que nos han prestado y que nunca vamos a devolverles (procedente del trabajo y el ahorro de simples pensionistas, amas de casa y trabajadores del centro y norte de Europa) esperemos que los responsables políticos de éste y otros dispendios sean juzgados.

Es algo habitual, un ejemplo más como tantos otros de mal uso de los recursos públicos: incurriendo en enormes déficit y con el dinero de los trabajadores, y demás contribuyentes, se está favoreciendo desde las Administraciones a clubs y actividades privadas (Baskonia, Real, Athletic,…) y transfiriendo enormes recursos de los trabajadores y las clases medias a deportistas millonarios (como se hace con las grandes empresas cercanas al poder) que ganan en un año más que cualquier trabajador en toda su vida laboral, lo que no critico, pero que además tienen concedido por nuestras Diputaciones un régimen fiscal especial que les hace pagar menos que cualquier trabajador, lo que critico totalmente. En definitiva: ¡estoy harto de madrugar y trabajar para que se apropien del esfuerzo de mi trabajo para dilapidarlo y destinarlo a fines totalmente ajenos al estado de bienestar!

Sí, por eso estoy indignado. No propugno que los cargos públicos hagan políticas de izquierdas o de derechas, nacionalistas vascas o españolas, o que, teniendo mis propias preferencias, el Ayuntamiento esté regido por Maroto, Urtaran, Lazkoz o Belakortu. No, propugno que los ciudadanos decidan en las urnas quiénes han de regir las institución públicas… pero que ese voto no sea un aval que permita a la casta política desentenderse de los ciudadanos durante cuatro años gobernando a espaldas de éstos, con privilegios que los apartan del resto de los ciudadanos, tomando decisiones que favorecen a unos pocos, creando redes clientelares, parasitando la sociedad civil, incurriendo en favoritismos y corruptelas, no priorizando los gastos y endeudándonos sin sentido, proyectando inversiones faraónicas que comprometen nuestro futuro (¡que las sometan a referéndum y decidamos entre todos ir a la ruina!), y, en definitiva, dilapidando los recursos públicos y empobreciéndonos. Yo he votado estas pasadas elecciones pero, tristemente, antes de empezar la nueva legislatura estoy comprobando que estos políticos no me representan.

Quiero un Ayuntamiento “transparente”, quiero que publiquen en la web municipal el destino de cada céntimo de euro del presupuesto público y, con nombre y apellidos, la posición de cada concejal sobre cada asunto sometido a votación. Y seguidamente quiero listas abiertas que me permitan tachar a cualquier implicado en casos de corrupción y a cualquier aspirante a concejal que sea partidario de apropiarse de mis recursos, del esfuerzo de mi trabajo, para dilapidarlos inmisericordemente. En definitiva, quiero políticos transparentes, preparados y no corruptos ni profesionales de la política que se eternizan en sus poltronas, políticos que, llegado el caso, respondan de sus fechorías ante Tribunales independientes (y no ante el simulacro de separación de poderes que padecemos actualmente). Somos muchos los ciudadanos indignados que queremos que cada político decida si está con los ciudadanos o contra los ciudadanos. Si el nuevo alcalde y el conjunto de los concejales de la Corporación Municipal no están dispuestos a cambiar por sí mismos les vamos a obligar, pacíficamente, a cambiar. Queremos cambios, y los queremos ya.  

domingo, 15 de mayo de 2011

Manifiesto por la igualdad de los ciudadanos

¿Somos ciudadanos o somos súbditos de nuestros gobernantes?

Publio Cornelio Escipión fue un general romano que finalmente, tras años de sufrimiento, venció a Aníbal en la batalla de Zama, en suelo africano, por lo que recibió el sobrenombre de “Africanus”. Durante su época de cónsul en Roma, elegido democráticamente, Escipión solía acudir a un espectáculo importado de la culta Grecia que, a trancas y barrancas, se estaba abriendo paso en la “tosca” Roma: el teatro. Gustaba Escipión de acudir al teatro pero había una cosa que le incomodaba: en la tumultuosa Roma, la asistencia al espectáculo, aún poco organizado, del teatro implicaba aguantar colas, recibir empujones para coger buen sitio, tener que soportar el sudor de la muchedumbre, etc. Pues bien, Escipión ideó un método para evitarse todos esos inconvenientes: se hizo construir un palco donde, desde una ubicación privilegiada, disfrutaría del espectáculo sin sufrir las penurias anteriores.

El día que Escipión estrenó su palco ocurrió un acontecimiento singular: el pueblo de Roma, asombrado por el atrevimiento del cónsul, se indignó y reaccionó, procediendo a hacer abandonar el palco a Escipión para seguidamente derribar esa estructura. A partir de ese día Escipión, cada vez que acudía al teatro, tuvo que acomodarse como uno más entre el resto de los espectadores. Quedó claro que todos los ciudadanos eran iguales y que el cónsul estaba en su cargo para servir a sus conciudadanos, no para servirse del cargo.

Con el tiempo la República romana degeneró y dio paso al Imperio: ya no todos los ciudadanos eran libres e iguales sino que se convirtieron en súbditos de unos gobernantes que, desde un palco privilegiado, decidían sobre su vida o su muerte.

¿Cómo estamos más de dos milenios después? Nuestros políticos acuden casi a diario a espectáculos públicos (fútbol, teatro, toros, eventos, …) donde el resto de ciudadanos paga su entrada mientras ellos disfrutan de acceso gratuito a un palco privilegiado donde, además, son generalmente convidados a suculentos canapés regados por buen vino. ¿Por qué estos privilegios? Un político ha de ser un ciudadano más que, una vez haya realizado su trabajo diario, acuda si lo desea, como cualquier otro ciudadano, a cualquier espectáculo público ¡pero pagando su entrada y acomodándose entre el resto de conciudadanos! El cargo está para servir, no para servirse del cargo. ¿Somos ciudadanos o somos súbditos?

En realidad, lo de asistir con privilegios a los espectáculos públicos es una “minucia”, es algo simbólico… pero representativo de algo más importante: en muchas ocasiones los políticos se han constituido en una casta privilegiada que, aprovechándose del manejo de ingentes recursos públicos, incurren, además de en corrupciones tipificadas como delito, en favoritismos hacia las grandes empresas establecidas bien conectadas con el poder, todo ello en detrimento del resto de ciudadanos. No es por tanto nada extraño el trasvase entre cargos públicos y grandes empresas privadas donde reciben sueldos multimillonarios ¿como recompensa por los servicios prestados?

Hay que profundizar en la democracia, hay que limitar el poder de los políticos, hay que controlar minuciosamente su actuación, y para eso hay que tomar medidas, por ejemplo limitar sus privilegios, el acceso a las grandes empresas privadas o la limitación en el tiempo de ejercicio de los cargos públicos para evitar que algunos políticos se perpetúen en el poder estableciendo redes clientelares que benefician a unos pocos en perjuicio del resto de ciudadanos. Manejan mucho dinero, dinero que nos cuesta mucho ganar con el esfuerzo de nuestro trabajo para que luego permitamos que se dilapide. Hagamos que los políticos sean unos ciudadanos más, no unos privilegiados.

¿Somos todos iguales o unos “más iguales” que otros?
¡Derribemos los palcos, derribemos los privilegios!


P.S. Escipión, después de vencer al mayor enemigo de Roma, Aníbal, aquél que había aterrorizado a los romanos llegando a las puertas de la ciudad, fue a una misión en Asia, donde venció al temible ejercito de Antíoco. Se convirtió así en un héroe para el pueblo romano y en uno de los más grandes generales de la Antigüedad. Pero a su regreso a Roma fue acusado de “meter la mano en la caja”, es decir, de apropiarse de dinero público. Fue juzgado, desposeído de cargos públicos y condenado a la peor pena para un romano: se le prohibió pisar suelo romano y partió al exilio. Murió sin volver a Roma, casi olvidado y en soledad. Aquí y ahora no vamos a pedir que salgan del país los políticos que de una manera u otra “han metido la mano en la caja”, es decir, se han aprovechado del cargo en beneficio propio, ¿pero ni siquiera van a abandonar los cargos públicos?


Descargate y comparte el "Manifiesto de los indignados" en formato PDF:
http://www.4shared.com/document/DhIGnqO6/Manifiesto_por_la_igualdad_de_.html?